Por Motoko Rich e Hisako Ueno / The New York Times
TOKIO — El elenco se reunió en el estudio de grabación y se turnó frente a los micrófonos mientras se reproducían en las pantallas escenas animadas de una de las caricaturas más queridas de la televisión japonesa. Midori Kato, de 85 años, cerró los ojos y pareció dormitar un momento hasta que llegó el turno de su personaje. Se acercó a un micrófono, sus manos nudosas sujetando el guión en papel.
Pero cuando abrió la boca para hablar, lo hizo con un tono alegre y ligeramente nasal: la voz de una madre ama de casa de 24 años. Para generaciones de japoneses, ella es Sazae-san, el personaje principal de la serie animada de televisión más longeva del mundo.
Desde que “Sazae-san” comenzó a transmitirse los domingos a las 18:30 horas en 1969, Kato ha prestado voz a la mujer mandona pero amable y distraída que siempre se avergüenza de algún contratiempo.
Recientemente fue honrada con un Récord Mundial Guinness por la trayectoria más larga como actriz de doblaje para el mismo personaje en una serie animada de televisión. Ella es el único miembro que queda del elenco original y el de mayor edad.
“Sazae-san” todavía se transmite semanalmente en Fuji TV en su horario original. Retrata las aventuras de Sazae, su marido y su hijo de 3 años, junto con sus padres, su travieso hermano y su dulce hermana menor. Las tres generaciones viven en una casa suburbana de Tokio, congeladas en el tiempo de los primeros episodios.
Los personajes nunca envejecen. Sazae mantiene el mismo peinado desde hace 55 años. Los personajes hacen llamadas en teléfonos de disco y la trama a menudo gira en torno a comunicaciones perdidas que no ocurrirían en la era de los mensajes de texto.
La dinámica familiar y los roles de género del programa siguen siendo patriarcales. Ni Sazae ni su madre trabajan fuera de casa, mientras que el marido y el padre de Sazae viajan a oficinas distantes, regresan tarde y a menudo borrachos. Las mujeres hacen todas las tareas del hogar, cuidan a los niños y cocinan, mientras que los hombres esperan en gran medida a que les atiendan.
Kato, que enviudó hace tres años y no tiene hijos, dijo que la estructura familiar en el programa le era familiar desde su propia infancia. Creció en los suburbios de Tokio en una familia donde “se suponía que no debíamos los niños tomar nuestros palillos en la mano hasta que lo hiciera nuestro padre”.
Kato aún disfruta las sesiones de grabación de dos horas cada semana. “Las historias son chistosas, ¿no?”, dijo después de una grabación reciente. “Así que nunca me aburro. Jamás”.
Shunichi Yukimuro, quien tiene 45 años escribiendo para la serie, dijo que los productores insisten en que mantenga su ambientación de época. En un País donde casi un tercio de la población tiene más de 65 años, atrae a una audiencia leal —aunque cada vez menor.
Para los espectadores mayores, “la muerte es lo peor que temen”, dijo Kato. “Las ancianas dicen: ‘¡Esto es bueno! Los personajes viven eternamente’”.
La popularidad del programa alcanzó su máximo a fines de la década de 1970, cuando era la caricatura número uno en la televisión abierta en Japón y el 40 por ciento de los hogares propietarios de televisión en la región central del País lo sintonizaban. Ahora, esa cifra fluctúa alrededor del 6 o 7 por ciento.
Kato siente nostalgia por el mundo retratado en el programa. Como alguien que nunca tuvo hijos, dijo, después de la muerte de su esposo, “vivir sola es difícil”.
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