Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: El caso de la firma misteriosa

Bien dijo el propio Señor Jehová: Perverso y engañoso es el corazón del hombre...
28.04.2024

RESUMEN. Hablando sobre este caso con el ministro de Seguridad, general Héctor Gustavo Sánchez, coincidimos en que la maldad vive palpitante en el corazón humano, y que esa maldad no tiene límites; además, estuvimos de acuerdo en que, por más que la autoridad les haga la guerra a los que hacen lo malo, siempre habrá quien viole la ley; siempre habrá alguien que cometa un delito; pero, también, la Autoridad, así, con mayúscula, estará siempre lista para combatir al Delito, y ganarle batalla tras batalla con el único fin de darle seguridad al pueblo. Por supuesto, como me dijo el general Sánchez: “¿Cómo la Policía puede evitar que se cometan crímenes como este que cuenta usted en el caso de hoy? ¿Cómo podemos nosotros, como autoridad, evitar que la maldad haga daño, si actúa entre las sombras, en el misterio y en perverso silencio? Hay maldad en miles de hombres y mujeres de nuestra Honduras, y solamente Dios conoce sus pensamientos, sus maquinaciones y la avaricia y los motivos que los impulsan a hacer lo malo. Pero, sea como sea, desde la Secretaría de Seguridad seguiremos esforzándonos para enfrentar a los delincuentes, a los que violan la ley, y hasta a las manzanas podridas que le hacen daño a la Policía Nacional. Que Dios nos ayude en esta misión”.

Crímenes: Por el camino de la muerte

Opinión

Es importante entender que, en la misión de combatir el mal que desde hace décadas daña a Honduras, todos tenemos algo que aportar para lograr la paz y la seguridad. Sin embargo, está claro que solamente Dios conoce los corazones, y que nosotros nada podemos hacer contra aquellos que maquinan su maldad en la sombra, aprovechándose, incluso, de la confianza y de la debilidad de personas que, en algún momento, llegaron a amarlos, como sucedió en este caso; un caso que iba a quedar en la impunidad si un grupo de buenos agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) no se dedica a desentrañar el misterio que había detrás de aquellas firmas que, aunque parecidas, eran, en realidad, diferentes.

“¿Por qué parece que las últimas son iguales -se preguntó el agente a cargo del caso-, y estas muestran una diferencia que, de no fijarse bien, pasarían por buenas?”.

Así pensaba el agente de la DPI, y una idea daba vueltas y vueltas en su cabeza.

Eran cheques firmados por doña Luisa, a quien le habían diagnosticado inicios de alzhéimer, y con los cuales había retirado más de seis millones de lempiras de dos cuentas a su nombre... Pero, había algo extraño. Doña Luisa, en el testamento, había mencionado aquellas cuentas, con la cantidad que había en ellas, y que formaban parte de lo que les heredaba a sus hijos, tres muchachas y un varón. Y el testamento estaba firmado mucho tiempo antes de su muerte, una muerte que a muchos les pareció extraña.

Cuando el agente de la DPI revisó los cheques que una de las hijas de doña Luisa le entregó, le dijo: “Fuimos al banco, con el testamento, y supimos que esas cuentas estaban vacías. El último cheque cobrado fue por dos cientos cincuenta mil lempiras, lo que dejó la cuenta con un saldo de setecientos y centavos. Fue, en ese momento, en que pedimos los cheques ya cobrados, y vimos que, en efecto, estaban firmados por mi mamá; pero nos pusimos a pensar en que para qué mi madre haría aquellos retiros. Y, si ella sabía bien que había vaciado esas cuentas, ¿por qué mencionarlo en el testamento? Y es de hacer notar que ya había hecho grandes retiros mucho antes de hacer el testamento... Entonces, ¿cómo estaba segura ella de las cantidades que había en las cuentas, si, en verdad, ya no eran las mismas? Y no olvidemos que doña Luisa era muy metódica y ordenada, y que sabía hasta cuántos clavos tenía su casa, lo que nos dice que jamás, en ningún momento, ella pudo haber olvidado los retiros de aquellas dos cuentas. Y, esto nos lleva a las firmas extrañas. Firmas que, aunque son muy parecidas, nos dijo el grafólogo que no fueron hechas por la misma persona, a menos, aseguró, que esta persona tuviera alguna dolencia que provocara algún temblor en la mano, pero que, a pesar de eso, no olvidara los rasgos de su firma, los que había hecho siempre, incluso, en el testamento, cuya firma, era casi perfecta, o sea, muy parecida a la de muchos otros documentos que firmó la señora, con excepción de los cheques con los que hizo retiros de las dos cuentas vaciadas”.

Crímenes: En carne propia

Detalles

En todo piensan los policías cuando están investigando un caso. Y en este, se enfrentaban a un misterio que se enredaba más y más conforme aparecían más detalles ante sus ojos.

“Yo me siento muy orgulloso de mis policías, hombres y mujeres -me dijo el general Sánchez-; sé que se esfuerzan por hacer mejor su trabajo, y la sociedad es testigo de los logros que vamos teniendo en esta lucha de cada día en contra de la criminalidad. Y felicito a los miembros de la DPI por la dedicación con la que trabajan para el bien de la sociedad... Carmilla, este caso es un ejemplo de lo que le digo”.Y es un buen ejemplo de que la Policía de Investigación hace un buen trabajo en Honduras.

“Los cheques fueron cobrados por la propia doña Luisa -me dijo el agente que llevó el caso-; y aquí fue donde el misterio se hizo más extraño. La propia señora, la dueña de las cuentas, que eran cuentas de ahorro, retiraba su dinero con cheques que ella misma hacía a su nombre, y firmaba para avalar el retiro, y volvía a firmar para que se hiciera efectivo el pago... Algo verdaderamente raro. Y no es que no pueda suceder. Claro que sí. Yo tengo una cuenta de ahorros, pido una chequera, me hago un cheque a mi nombre, lo firmo, lo vuelvo a firmar, me presento ante el cajero, éste ve que soy yo mismo, que es mi propia cuenta de ahorros y que es mi propia chequera, y que personalmente estoy retirando con un cheque, y, aunque me diga que por qué no retiro con la libreta, pues, es mi gusto”.

“Es lógico”.

“Pero, estaba el hecho de que las firmas no eran iguales, aunque las de los cheques eran muy parecidas entre sí, y un poco diferentes a la del testamento, para mencionarle alguna. Además, doña Luisa mencionó estas dos cuentas en su testamento, y dijo que debían repartirse en partes iguales entre los cuatro hijos. Y dijo que había en esas cuentas más de seis millones de lempiras. En el testamento dio la cantidad exacta. Lo que nos dice que ella, o había olvidado que emitió cheques a su propio nombre, o no los emitió ella... Y, aunque estaban las firmas en los cheques, y demostraban que ella, doña Luisa, había ido a los bancos a cobrarse sus propios cheques, y siempre iba a la misma caja, o sea, con el mismo cajero, nosotros entendimos que este era otro misterio, o una parte esencial del misterio que teníamos que resolver. Aparte, estaba la muerte prematura, en opinión de una de sus hijas. Y el médico de cabecera de la señora nos dijo que, aunque solo Dios podía saber cuando moriría su paciente, la verdad era que a él le pareció extraño que hubiera amanecido muerta en su cama. Era cierto que estaba enferma, pero no era para tanto. Su corazón se detuvo, y él, en su propia opinión, creía que había algo extraño en su muerte. Pero, de eso, solo Dios sabía”.

“Y Dios le va a permitir a la DPI que descubra la verdad, doctor” -le dijo el agente.

Pero, debían ir paso a paso, y el primer gran paso que dieron, fue el que los llevó al primer banco. Allí, pidieron permiso para entrevistar al cajero que atendía a doña Luisa. Y lo primero que hizo este, un muchacho de unos veintiséis años, fue ponerse nervioso ante los detectives.

“¿Recuerda a esta señora?” -le preguntó el agente, poniendo ante sus ojos una fotografía de doña Luisa.

“No” -dijo, temblando.

“¿Está seguro? Vea bien la fotografía”.

“No, señor; no la he visto nunca”.

El agente le enseñó unos cheques.

“Es este su número de cajero?”.

“Sí; sí, señor... Ese es”.

“Bien... Y ¿conoce usted a esta mujer?”.

El cajero se puso blanco y empezó a sudar.

“Sí, señor” -dijo.

“Y ella fue la que vino a su caja y cambió estos cheques, ¿verdad?”

“Señor... Yo...”

“Señor gerente -dijo el detective-, necesitamos el registro de las cámaras de seguridad de esa caja en particular, y en las fechas en que fueron cambiados estos cheques”.

“Con mucho gusto”.

“En cuanto a usted, señor -agregó el policía, dirigiéndose al cajero, que temblaba de pies a cabeza-, nos va a acompañar a la DPI, para que hablemos de ciertas cosas”.

“¿De qué cosas, señor?”.

“De su complicidad con esta mujer -le respondió el agente, levantando hasta sus ojos la segunda fotografía-; a menos que quiera colaborar con nosotros, y así, la Fiscalía podría ayudarle”.

“Ella fue, señor... Es mi prima... Y es la nuera de la señora... Yo no quería, pero... pero me dijo que me pagaría bien si le ayudaba... Ella fue la que se robó la chequera de la señora, ella falsificó la firma... y yo le ayudé”.

“Y ¿qué sabe usted de estos otros cheques de este banco?”.

“Mi hermana, señor... Mi hermana”.

“Y ¿qué sabe usted de la muerte de la señora Luisa?”.

“¿Me van a ayudar?”.

“Sí”.

“Lo que me contó mi hermana es que la nuera, mi prima, empezó a tener temor de que la descubrieran, y ya que ella era la que le inyectaba la insulina a la señora...”

“Entonces, le inyectó una sobredosis de insulina”.

“Eso no se lo puedo asegurar, señor; pero, mi hermana sí”.

“¿Cómo se llama su hermana?”.

“Nidia”.

“Bien... -dijo el agente, poniéndose de pie, y sacando de atrás de su faja un par de esposas de acero-; queda usted detenido por suponerlo responsable de fraude en calidad de cómplice necesario... El fiscal decidirá si lo acusa de complicidad en el asesinato de doña Luisa”.

Crímenes: Una dolorosa despedida