Las adaptaciones cinematográficas de novelas hondureñas son un fenómeno poco frecuente en nuestra filmografía.
En los últimos diez años, en los que ha habido una permanente oferta de producciones cinematográficas nacionales, aumentando cada vez más en cuanto a cantidad de películas y semanas de exhibición en las salas, la gran mayoría de las historias provienen de guiones originales.
De la treintena de largometrajes que se han producido en la última década en nuestro país, apenas cinco han sido adaptaciones de obras literarias hondureñas.
De la literatura al cine
Del género narrativo, el cuento es el que ha tenido más versiones en el cine, a menudo en forma de cortometrajes debido a la brevedad de la historia que se narra. En nuestro país se han hecho decenas de cortos basados en cuentos, entre los que destacan “Voz de ángel” (1998) de Francisco Andino, que adapta “Semos malos” del salvadoreño Salvador Salazar Arrué; “El Chele”, de Alina Ordóñez, Nohely Barahona y Lucía Castro, quienes filman el cuento homónimo de Juan Ramón Molina; “Justicia divina” (2015), basado en un relato de Carmilla Wyler, “La mejor limosna” (2013), de Josué Orellana, sobre un cuento de Froylán Turcios; “Selene y los espejos”, donde alumnos de la UPNFM adaptan un cuento de Roberto Castillo, entre otros.
En cuanto a cuentos hondureños que se transformaron en largometrajes que se estrenaron comercialmente en nuestras salas de cine, la primera fue “Anita, la cazadora de insectos” (2001) de Hispano Durón, basada en el cuento homónimo de Roberto Castillo.
La otra fue “Cuentos y leyendas de Honduras” (2014), donde Javier Suazo adapta cuatro relatos de la famosa serie narrativa de Jorge Montenegro.
En lo que respecta a adaptación de novelas al cine, la primera que entró en escena fue “Angelina”, libro corto de Carlos F. Gutiérrez escrito en 1894 y que Carla Calderón llevó a la pantalla grande. Se estrenó en las salas de cine el 29 de agosto de 2008.
Dos años después surge “Unos pocos con valor”, adaptación de la novela policíaca “Los pájaros de Belén” de Mario Berríos, dirigida por Douglas Martin y estrenada el 20 de agosto de 2010.
La trama gira en torno a un secuestro perpetrado por una famosa banda y cómo un cuerpo especializado de la Policía se encarga del rescate y de desmantelar a esa estructura criminal.
Antes de “Cipotes” ya se había llevado a la pantalla grande otra novela de Ramón Amaya Amador, “Los brujos de Ilamatepeque”, adaptada y dirigida por Óscar Zelaya y producida en 2009 por un equipo que incluyó, además de Zelaya, a Danilo Solís en cámaras y edición y a Marlon Mendoza como productor.
Aunque esta cinta no llegó a acuerdos con las salas de cine para ser exhibida en cartelera comercial, sí tuvo una función única de estreno el 24 de junio de 2010 en un centro comercial de San Pedro Sula. Desde entonces, su exhibición ha sido itinerante por colegios, universidades y centros culturales de muchos municipios del país.
Los dos “Cipotes”
Como en toda adaptación literaria, hubo situaciones planteadas en la novela que no fueron filmadas y escenas de la película que no aparecen en ninguna parte del libro. En gran parte se respetó la historia original, adaptando diálogos y contextos a los tiempos actuales, lo cual es algo lógico y previsible.
La escogencia de Jancel Aguilar como Folofo y de Eisly Martínez como Catica fue acertada. Se nota la química entre los dos personajes. Cecilia Pavón, Margarita Lara, Óscar Ordóñez, Flor Serrano y Enrique Sandoval, entre otros, conforman el resto del elenco.
En cuanto a cambios, Folofo, por ejemplo, en la película es despojado de la honda para apedrear pájaros, de los chapuzones en el río Choluteca para pescar, de su enamoramiento... para dejarnos a un personaje con el que el público fácilmente se identifica.
Una escena que particularmente me conmovió fue cuando Folofo deambulaba de noche por las solitarias calles de la Plaza Los Dolores y del barrio La Leona buscando un refugio donde dormir.
En cuanto a defectos, hubo detalles que se pudieron haber mejorado, como la calidad del audio en algunas escenas, el movimiento poco fluido de la cámara en varios paneos en exteriores y el desempeño de ciertos personajes secundarios, como el personaje de Lucero, que en el filme no está bien desarrollado, dejando cabos sueltos. Y comentario aparte merece el cameo de Charlie Martino como un desopilante busero en un momento inoportuno y dramático del filme, cuando Folofo tiene prisa de llegar al hospital San Felipe, donde van a internar a su madre enferma; es un personaje cómico en la película equivocada.
La recepción del público
Este filme, apto para mayores de doce años, es ideal para los estudiantes de secundaria, inmersos en esa etapa donde comienzan a explorar el mundo que los rodea y el mundo de los libros. Y ojalá que fomente en los espectadores la lectura o relectura de esa novela de Amaya Amador, un clásico de la literatura hondureña.
A nivel comercial no le está yendo nada mal. La película en su segunda semana en cartelera logró mantener la cantidad de salas con las que debutó en su estreno el 27 de julio, lo cual indica que la recepción del público ha sido buena.
Y así, entre transformers, emojis y simios en guerra, los cipotes siguen haciendo de las suyas en el agitado mercado cinematográfico.