Tegucigalpa, Honduras
Rezan las Santas Escrituras: “El ambicioso por su propia ambición caerá” y “Raíz de todos los males es el amor al dinero”, y esto está quedando demostrado cada día más con civiles y uniformados hondureños embarrados supuestamente con el mundo narco tal como ocurrió con el comisionado de Policía, Jorge Alberto Barralaga.
Está pegando fuerte el “caiga quien caiga” en el gobierno del indómito, cuyos aparatos de justicia no están con bromas ni tientos para mutilar las mafias en el otrora “sagrado” e impenetrable Cuartel de Casamata y otros entes donde ha prevalecido el pus. Sus antecesores (presidentes y subalternos) mimaron y dejaron posas de sangre y corrupción por doquier.
Zorras
Lobos y zorras eran del mundo narco. Capo no come capo y por tal razón jamás olieron podredura en sus funestos mandatos. Avionetas cargadas de droga nunca las detectaron los radares porque en el nombre del padre y del hijo se alzaron con toneladas de pisto. Los de traje y agentes de “ley y del orden” se hicieron ricos a costillas de atroces delitos.
Barralaga es calificado por las autoridades como “hombre sigiloso”, de actuar oscuro. En octubre de 2011, siendo jefe de la estación policial en el barrio La Granja en Comayagüela se le implicó en la muerte Alejandro Vargas Castellanos, hijo de la rectora universitaria Julieta Castellanos y de su amigo Carlos Pineda.
El oficial alegó que todo era una trampa para enlodar su nombre. Amenazó con demandar judicialmente a sus detractores, pero la Fiscalía inició una fuerte investigación (de casi seis años) que condujo a su reciente captura junto a esposa y otros familiares. Ristra de propiedades y cuentas bancarias sin sustento. ¡Cayó el primer comisionado policial!
En pocas horas, su hijo del mismo nombre, se burló de agentes migratorios locales. Tenía alerta de arresto por su presunto trato con narcotraficantes, entre ellos el consentido de varios oficiales de la Policía (ahora en retiro) Wilter Blanco recién extraditado al norte. ¿Recuerdan las grandes orgías con Blanco al pie del polvo blanco? ¡Cúpula de coqueros!
Pista
Apenas inicia el calvario de uniformados que durante los últimos dos gobiernos tenían la venia para “servir y proteger”, pero a peligrosos capos de la droga, tal como lo confesó Devis Leonel Rivera Maradiaga, quien era cuidado a lo chueco en los tiempos del general Julián Pacheco.
Operaron con los de traje, padrinos del trasiego de tóxicos. La pista de El Aguacate fue testigo mudo de sus picardías.
Dejen los cuentos de que el aeródromo serviría para aerolíneas que nunca llegaron. Solo cayeron numerosas avionetas repletas de cocaína y, de paso, se echaban una línea que les botó el tabique. ¿Olvidaron los cargos y las ciudades donde estuvo asignado el señor Barralaga y quiénes de ustedes eran sus tutores? ¡Cúmplase comisionado! Si jefe…
Fea
Pero el hombrón no actuaba solo dentro de la Policía, arriba y debajo de su figura está una lista enorme de “chepos” que nunca fueron tocados ni con el pétalo de una rosa. Y pensar que a Casamata llegaba una poderosa mujer a recoger maletines cargados de dólares del narcotráfico. ¿La van a quemar o se quedarán solos en el calabozo?
Media fea la doña, pero con uñas bien afiladas. A través de rizos y a lo diplomático coló millones de dólares por el mundo. Apenas doce millones de dólares en Estados Unidos. En el imperio saben quién es el personaje radicado en Miami que le “ayudó” a colocar la plata robada en bienes raíces. La señora está, al modo cachiro, embarrada con narcos.
Solitario
La embestida contra Barralaga tiene con pringapié no solo a compañeros de armas, también están sufriendo poderosos políticos y “La reina del atlántico”, otra dama del crimen organizado. La enigmática mujer fue incondicional de Wilter Blanco y de varios comisionados. Lavar cien mil dólares semanales era su habilidad.
Veremos si Barralaga decide embarrar a sus jefes y secuaces o se queda árido y embarrado en la prisión. Cambien leyes penales y seguro que ni oscuros periodistas escaparían de la justicia.
Nadie crece monetariamente como la espuma en un santiamén, déjense de pajas.