TEGUCIGALPA, HONDURAS.- De todas las ciudades del mundo justo teníamos que estar aquí cuando empezó la cuarentena. Este lugar está a las puertas del colapso.
Al empezar la pandemia se vinieron despidos masivos, así que hasta a los propios locales se les dificulta conseguir comida. ¿Qué esperanza deja eso para nosotros, unos gastados cirqueros que no conocen a nadie más que a sí mismos? ¿Qué esperanza hay para nuestros animales, esas bestias de 400 libras robadas de sus facultades depredadoras?
El temporizador se encoge mientras escucho a la armada de gotas chocar en las carpas, la música lenta de la lluvia cae sobre nosotros mientras veo a los pequeños mezclándose en el lodo como si los rezumaderos tuvieran chocolate caliente.
No creo poder salvarlos. Hemos intentado seguir adelante. Cada día vamos de puerta en puerta y actuamos en los semáforos. Nueve de cada diez veces no recibimos más que insultos y la ocasional agresión física. Lo que ganamos en el resto se lo damos a los animales.
Los locales observan nuestra mendicidad ofendidos y perplejos. No los culpo, para ellos no somos más que eternos extranjeros bajo este firmamento.
Todos estos residentes no saben lo que es carecer de un hogar permanente, de una nacionalidad y de un lugar de nacimiento. Peor aún, no saben qué significa no poder disfrutar de lo público.
No tenemos las llaves de las aceras como ellos. Ver a un local caminando por la calle no tiene relevancia. En cambio, si alguien ve a uno de nosotros gitanos vagar en un espacio público, se arma un escándalo.
Ellos no saben cómo es no tener nombre. Hemos tenido muchos sobrenombres (bâtard, blutegel, strupatore), puestos en montones de idiomas; nuestro agnomento es “peste”.
Sin embargo, nadie de afuera nos llama como nos llamamos entre nosotros. Nosotros los domadores aprendemos a enjaular el terror lo mejor que podemos. No tememos morir en las mandíbulas de las bestias, sino a que las bestias sucumban en las mandíbulas del hombre.
Estoy aterrorizado porque a Haydar le queda máximo una semana de vida y porque Sasha está embarazada en el peor momento. Puedo explicar, contar historias, mentir y engañar a las mujeres y niños, pero ¿cómo les doy a entender a las bestias qué es lo que está pasando y por qué? ¿Cómo hago que entiendan que su felicidad es todo lo que busco?
Sé que es imposible que todos vayamos a sobrevivir. Aunque cada persona de esta podrida ciudad nos diese diezmo no podríamos. Así que he estado empezando a ver hacia arriba.
Miro a las constelaciones, al cielo que me llama diciendo que es hora de que me vaya de la tierra. Mi único y último deseo es que cuando muera, mis amores se despojen de mis restos y que hayan campanillas soplando en mi sepulcro enlodado la noche en la cual derrame mi última lágrima. Pero aunque es imposible que todos sobrevivamos, no todos tenemos que morir...
Una casa está hecha un desastre. Las cosas cayeron en capas sobre una base de alfombra añeja llena de manchas de café, envolturas de papel y cenizas de cigarro. Se escucha desde un viejo televisor CRT a un reportero sin receptor:
«Un poco antes de las cinco de la tarde del 23 de abril, cuando el día comenzaba a desvanecerse, un maestro de escuela llamado Miguel Nolasco se dirigió hacia su patio al escuchar llantos de su labrador. Al salir se encontró con una escena chocante. Una osa adulta de unas 300 libras le miró a los ojos mientras terminaba de devorar a su perro. Impactado, el docente regresó a la casa para alertar a las autoridades. Lo que acontecería después y las circunstancias que llevaron al siniestro se volverían noticia mundial.
El desastre ocurrió cuando un hombre hundido en la desesperación y conocido solamente como ‘Ringo’ liberó a 27 animales exóticos del circo que presidía antes de quitarse la vida.
Luego de que al reporte del señor Nolasco le siguieran llamadas similares, la policía nacional montó un operativo que daría muerte a 12 tigres, 6 leones y 2 osos.
Las únicas víctimas humanas hasta ahora han sido integrantes del circo, aunque se reportan alrededor de una docena de ciudadanos hospitalizados.
Se ha confirmado que los quince menores de edad que viajaban con el circo yacían abandonados en la seguridad de una iglesia desde un día antes de la tragedia. Aún se desconoce el paradero de tres leones, un oso pardo bebé y tres tigres. Las autoridades los están buscando activamente».
El reportero es silenciado cuando un pequeño oso café deja caer violentamente el televisor en la alfombra.