Tegucigalpa, Honduras
Al seguir explorando el movimiento cinematográfico en nuestro país, es muy importante incidir en la profesionalización académica y técnica de los creadores.
Es de resaltar que muchos de los mejores profesionales activos en nuestra escena fílmica actual son o autodidactas apasionados del cine o graduados de carreras afines como Artes Visuales, Comunicación o Publicidad; no obstante, es necesario manifestar al mismo tiempo que a día de hoy contamos con profesionales graduados y especialistas en diversas disciplinas dentro del campo audiovisual que han especializado su formación académica o técnica en latitudes extranjeras.
A falta todavía de una escuela de cine formal en nuestro territorio, coexisten numerosas iniciativas educativas en cinematografía en el sector no formal, como talleres, diplomados, laboratorios y clases particulares, donde podemos subrayar que contamos con una institución dedicada a la experimentación y profesionalización en animación como Level 7 Studios y que la Universidad Politécnica de Ingeniería está por establecer la primera licenciatura en Cine y TV.
Es de agradecer estas prometedoras y arriesgadas apuestas por parte de estas y otras instituciones que sí creen en el potencial catracho para elevarlo a la categoría profesional a través de la formación académica.
Ya contamos en el país con especialistas en sonido y música para cine, en dirección de fotografía, edición, producción, dirección y casting, pero adolecemos de más profesionales en las ramas de la dirección de arte, efectos especiales, distribución, asuntos legales y, principalmente, actuación para cine, y es que nuestras producciones nacionales, en términos de actuación, se han valido del talento nato de intérpretes sin experiencia o, como muchos de los casos, con previa experiencia en teatro.
Aún reconociendo la gran labor que sigue dando buenos frutos por parte de nuestra querida Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD), es necesario recalcar que el teatro y el cine -en materia de actuación- responden a lenguajes diferentes y, por tanto, no pueden ser confundidos en el proceso ni por parte de los creadores del argumento ni por parte de los actores y actrices seleccionados para dar vida a los personajes cinematográficos.
Tomando en cuenta que la actuación es una pieza fundamental en el engranaje principal de una película, debemos ofrecer a nuestros actores y actrices una formación continua y dinámica para que con sus recursos interpretativos personales estén listos y listas para enfrentar todo tipo de casting, ser capaces de crear y enriquecer todo tipo de personajes.
Y esto pensándolo no solo para los actores y actrices principales, sino también para los de apoyo en un segundo, tercer y hasta en un cuarto plano, ya que es preciso señalar que a estos últimos, muchas veces, se les suele descuidar mucho en atención a su rol por parte de la dirección, de tal manera que en muchas de nuestras películas observamos que sobresalen algunas actuaciones principales pero en el fondo se nota una debilidad escénica en lo que podríamos llamar, de buen modo, el paisaje humano de la película.
Invito a revisar algunas películas recientes en las que encontraremos frecuentemente este detalle, que en lo grabado resta calidad a toda la puesta en escena.
Otro de los aspectos que esperemos cada vez vaya mejorando en nuestro cine, es el diálogo.
Hay que hacer notar que, además de los guionistas, se está popularizando la figura profesional del dialoguista en el cine universal por la importancia de estos en conexión al guión y a los actores y actrices.
Indudablemente, los diálogos para cine deben ser preparados muy especialmente, ya que conllevan los textos a ser expresados verbalmente y los subtextos que los intérpretes deben lograr, hacernos llegar a través de su trabajo de conexión psicológica.
Todas estas y muchas consideraciones y especificidades más de la maestría necesaria en actuación son relevantes para exigir lo más pronto posible una escuela de actuación para cine en nuestro país.