Siempre

Víctor López, el artista que supo reinventar una tradición

Maestro, si a los gobiernos de derecha o de izquierda nunca les interesó su arte ni su condición de artista, que las generaciones futuras valoren su grandeza
20.06.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El lunes 17 de junio, a los 77 años, dejó de existir uno de los continuadores más genuinos de nuestra tradición plástica, con su muerte se va estrechando el círculo de aquel taller que revolucionó el arte hondureño en los años setenta, una revolución que no solo fue en el plano del compromiso social, sino en la definición de una nueva forma artística heredada del vanguardismo tardío que movió las inquietudes de un importante grupo de artistas, me refiero al Taller de La Merced, creado en 1972.

Antes de que incursionara en ese taller, Víctor López ya había iniciado sus primeros pasos como pintor organizado en un taller que se conoció como “Estudio 67”, creado en marzo de 1967, un año después de que se graduara en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1966, es necesario establecer que ya desde 1963 pintó una obra que tituló “El actor” donde definía los códigos que sustentaron gran parte de su gráfica.

Víctor López: El retorno de la pintura a las huellas de la memoria

En “Estudio 67”, acompañado de otros artistas como Gustavo Armijo, Joel Castillo, Conrado Enriques hijo, Juan Martínez, Sergio Almendárez, Mauricio Barrientos y Roberto Palencia, realizaron una pintura que la prensa de la época caracterizó como “una pintura con temas sociales y revolucionarios”, su primera muestra fue el 27 de abril de 1968.

La exposición fue al aire libre en los bajos del Congreso Nacional, desde ese momento López ya mostraba dos puntos que serían centrales en su pintura: el discurso estético en el espacio público y su propuesta socialmente crítica.

Estos ejes se definieron mejor durante su experiencia en el Taller de La Merced durante los años setenta, pero alcanzan plena madurez y conciencia en los años ochenta y principios de los años noventa.

Durante los años ochenta, el maestro era consciente que su propuesta artística era cada vez más dependiente del discurso político y lo asumió sin reparo alguno.

Defendía la tesis de que arte político era sinónimo de crear formas evidentes, básicas, casi didácticas, es decir “comprensibles para el pueblo”.

Toda complejidad formal era percibida como fuera del programa de la época, aunque estaba claro que no todos los artistas creían en esa fórmula; sin embargo, hubo una obra que tempranamente le mostró un camino distinto, aun así tardó en reconocerlo plenamente, me refiero a “Señor presidente”, una pieza que tocada por su compromiso político ya advertía la necesidad de nuevos retos formales.

“Cargando el fantoche”, 2023. Su dispositivo crítico contra personajes viles y grotescos de la política hondureña y mundial, siempre estuvo activado.

Los años noventa: el gran giro formal

En el segundo quinquenio de los años noventa, el medio artístico local empieza a ser sacudido por la necesidad de nuevos lenguajes expresivos, el maestro lo advierte y se siente seducido por este nuevo comportamiento en la estructura formal y espacial de la pintura y de otros géneros artísticos, pero es en el año 1996, específicamente en el mes de abril, que me aborda en su oficina de Consejería de la Escuela Nacional de Bellas Artes y me dice: “Carlos, yo reconozco en usted que es parte de la nueva generación que está intentando hacer un arte diferente, usted los está acompañando desde la crítica y quiero que con total sinceridad me diga cómo ve mi trabajo”.

En seguida puso sobre el escritorio una cantidad importante de lienzos que tenía enrollados y los vi uno por uno, después de una larga pausa le dije: “Con esta pintura no va para ningún lado, es admirable su postura, pero este lenguaje ya se volvió conservador para un artista como usted que apuesta por una obra revolucionaria”.

Inmediatamente entendió la contradicción en la que se estaba moviendo y, desde ese momento, me consta, luchó tenazmente por cambiar su forma de pintar.

En noviembre de 1997 realiza una exposición que marca un rumbo totalmente diferente en su pintura, se trata de “Rendijas de la memoria”.

A nivel temático su obra tiene un giro más hacia problemas existenciales, o mejor dicho, su discurso político se humaniza y universaliza, saliendo así de los límites que le imponía “la lucha de clases”, aparece lo erótico, el amor, la soledad, la violencia como drama humano y no necesariamente como lucha por el control político, su pintura sigue siendo socialmente punzante pero es más abierta, dirige su mirada a todo aquello que le inquieta, incluso a temas que en los ochenta eran impensables, sin embargo, su mayor revolución es formal, se da cuenta que a una nueva sensibilidad temática, necesariamente le debe corresponder una nueva estructura formal y espacial.

Literalmente descuartiza el tradicional “punto de vista” heredado del clasicismo y lo que nos ofrece es una pintura que destroza los ángulos, varía los enfoques, descentraliza la figura, por ratos la evapora en el color, aniquila la jerarquía de los planos, toda la composición se volvió simultánea, liberó el color, lo tornó autónomo, eliminó la perspectiva resolviendo la profundidad a base de tonos y no de proyecciones, en fin, su salto temático y formal fue totalmente cualitativo e irremediablemente en septiembre de 1998 gana la Bienal del Instituto Hondureño de Cultura Interamericano (IHCI) con la obra “Tiempo en tiempo del amor”; este nuevo impulso lo llevó en el 2001 a ganar la Antología Hondureña de las Artes Plásticas con la obra “afganistanniñosnet.com” con un género distinto: la instalación.

“Sin título”, 2023. En su última producción la mancha se convirtió en la forma de su pintura, su grado de experimentación evaporó la figura humana, quizá advirtió que ya solo somos sombras.

Un cierre formidable

Es curioso, pero Víctor López no fue muy amigo de las exposiciones individuales, ni fue abierto a las instituciones, sé que pintaba mucho, lo hacía todos los días, pero con los años se volvió un pintor huraño, encerrado en su mundo, redujo su círculo de amigos, intenté hacerle un homenaje y se rehusó.

Creo que al final concibió el ejercicio pictórico como una relación íntima entre él y el lienzo, nunca se sintió cómodo con los halagos.

Ignoraba más bien que en silencio estaba preparando un gran homenaje a la pintura y a los que amamos la pintura, el 5 de septiembre de 2022, después de 25 años sin realizar una muestra individual, nos sorprende con una de las muestras más innovadoras de la pintura hondureña, estoy hablando de “Huellas de sangre”, exhibida en Galería Orígenes, esa muestra es una síntesis de toda su evolución como artista, superó con creces todo lo que venía haciendo, aquí la pintura se volvió mancha, gesto total, descarnalizó la figura humana, regularizó el espacio solo para hacer fluir el color, abrió la herida solo para dejar ver las sombras del dolor.

Antes de morir me envió unas imágenes que eran una hermosa continuidad de “Huellas de sangre”. Murió pensando en la pintura, así me lo hizo ver en su cama enfermo y lo escribió en un papel, quería hacer una serie con lo que estaba viendo en su sala de enfermo, creyó que le quedaría tiempo, no fue así. Su sueño de pintor vivirá por siempre, nadie puede morir cuando la pintura palpita en la vida.

“Perro no come perro”, 2023. La denuncia contra los atracadores de oficio y sus acuerdos vergonzosos siempre estuvieron en su paleta.